martes, 10 de febrero de 2015

OMELET DE LA EMPERATRIZ (cocina afrodisíaca)





   Este plato lo he preparado con vistas a San Valentín, para hacer mi pequeña contribución para que los enamorados celebren este día de un modo especial, porque el fuego del amor requiere detalles de este tipo para mantener la mecha encendida.
     Tengo que confesar que esta receta no es de las que hago habitualmente, es más, es la primera vez que la voy a hacer, espero que con licencia de mis hijos, ya que son poco proclives a las innovaciones en mis recetas , pero con ésta voy a hacer como Juan Palomo (yo me la guiso, yo me la como)...

   La probé casualmente en un viaje que hice a París hace muchísimos años con mi marido, y me sorprendió, porque yo pretendía pedir una simple tortilla francesa ya que no tenía apetito, y  me sirvieron este plato que,  aunque no recuerdo que denominación tenía en la carta, quedó grabado  en mi memoria porque me pareció exquisito, y por la noche tan mágica que pasamos en nuestro primer viaje a París.
   Recientemente, releyendo el libro de Isabel Allende, Afrodita, Cuentos, Recetas y Otros Afrodisíacos, que por cierto me regalaron mis hijos el siglo pasado, encontré la receta de un plato exactamente igual (o muy parecido) al que comí en Paris. Es un libro inteligente, lleno de ironía y buen humor sobre la comida y el erotismo,  es un verdadero regalo. Parece ser que era el afrodisíaco desayuno que tomaba cada día la emperatriz Catalina de Rusia.
   Quiero transcribirlo literalmente, ya que no sé si lo que más me gusta es el plato en sí, el recuerdo que tengo de cuando lo probé con mi marido o, la descripción que Isabel Allende hace de él, pero confluyen un conjunto de circunstancias a las cuales no me puedo resistir.
   Al placer de la lectura se le suma el gusto de disfrutar anticipadamente de lo que puede llegar a ser un buen plato, una vez que la receta pasa de lo literario a los fogones. Y cuando el plato está en la mesa, después de dedicar un agradable rato a cocinarlo, resulta inevitable degustarlo evocando el libro donde lo descubrimos o el autor que nos lo descubrió.

"Para dos personas enamoradas se requieren cinco huevos puestos por una gallina virgen, media taza de caviar beluga, si es posible traído del mar Báltico, cuatro lonchas finas, pero suculentas, de salmón ahumado de Noruega, mantequilla fresca del campo, cebollines picados, sal, pimienta, dos cucharaditas de crema ácida y, por supuesto, pan tostado.
Con delicadeza se quiebran los huevos en un recipiente de porcelana fina- por elegancia y ninguna otra razón- y se baten ligeramente con sal y pimienta.
Se calienta la mantequilla en la sartén sagrada todo buen cocinero y apenas comienza a tomar un colorcillo de piel caribeña, se vierten los huevos. Cuando la omelette esta medio cocida por debajo, se desprende con infinita suavidad, susurrándole para convencerla, porque si se violenta, pierde su encantadora disposición; se colocan dentro los cebollines y el salmón y se dobla por la mitad, como quien cierra un libro.
Para soltarla del todo, los expertos mueven la sartén en en un vaivén sincopado de buen bailarín y luego, de un brusco golpe de muñeca, la lanzan por los aires y la recogen volteada, así se dora bien por ambos lados, pero cada vez que lo he intentado me cae en la cabeza.
Estas piruetas de puro exhibicionismo, al hacer una omelette, como al hacer el amor, cuenta más el cariño que la técnica. Sírvala en los platos más bellos que consiga, previamente calentados al horno. Coloque encima el caviar y al lado el pan crujiente recién tostado y la crema agria. Después de una noche de amor, este es el desayuno indicado para seguir amándose sin tregua el resto del día."
   No puedo garantizar el resultado que describe la autora, que depende sobre todo de la forma física y del tiempo que dispongan los amantes. Tampoco se debe de reservar el placer de degustar este plato sólo a personas enamoradas, cualquier persona que pueda disponer de una latita de caviar beluga, o incluso de un sucedáneo del mismo, puede acceder a probar este plato, que efectivamente es digno de una emperatriz.



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